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COE -- Orar y obrar juntos por la unidad: Reflexiones sobre una fecha común para la celebración de la Pascua


From smm@wcc-coe.org
Date 09 Apr 2001 05:18:48

Consejo Mundial de Iglesias
Crónica
Para difusión inmediata
9 de abril de 2001

Orar y obrar juntos por la unidad:
Reflexiones sobre una fecha común para la celebración de la Pascua

Este año, los cristianos del Este y del Oeste celebran Pascua/Pascha el mismo día, 15 de abril: es un hermoso presente en los comienzos del nuevo milenio para todos los cristianos y las cristianas del mundo.

Si los cristianos del Este y del Oeste están unidos en su creencia en la resurrección, ¿por qué razón celebran Pascua en fechas diferentes? Esa diferencia se debe a que se utilizan dos calendarios para calcular la fecha de Pascua: el calendario gregoriano, del siglo XVI, utilizado principalmente por las iglesias de occidente y el calendario juliano, mucho más antiguo, utilizado por la mayoría de las iglesias ortodoxas.  Actualmente, el calendario juliano tiene 13 días de diferencia respecto del calendario gregoriano; en 2100, la diferencia será de 14 días.

Esa diferencia se vive como una experiencia muy dolorosa, especialmente en las regiones donde conviven los cristianos de las tradiciones orientales y occidentales que, en muchos casos, constituyen una minoría, como por ejemplo en el Oriente Medio.

Un hito en los esfuerzos para establecer una fecha común de la Pascua fue la consulta de Alepo (Siria), en marzo de 1997, organizada conjuntamente por el CMI y el Consejo de Iglesias del Oriente Medio. En esa consulta, se dio un paso adelante muy importante al reconocerse que las diferencias en el cálculo de la fecha de Pascua no se debían a divergencias teológicas fundamentales.

La consulta formuló la recomendación de que debería seguirse el método de cálculo reconocido por las iglesias de oriente y de occidente, establecido por el Concilio de Nicea el año 325. De conformidad con este principio, la fiesta de Pascua se fija el domingo que sigue al primer plenilunio de primavera. Los participantes en la consulta recomendaron asimismo que se calcule el equinoccio de primavera "por los medios científicos más exactos posibles". Para ello, se tomaría como base de cálculo "el meridiano de Jerusalén, lugar de la muerte y la resurrección de Cristo". Sin embargo, esto significa un cambio tanto para oriente como para occidente, puesto que los dos calendarios son inexactos desde el punto de vista astronómico. Para las iglesias que utilizan el calendario gregoriano, se produciría un desfase el año 2019: siguiendo el cálculo científico, Pascua caería el 24 de marzo, mientras que, según el calendario gregoriano, la fecha se fijaría el 21 de abril y, según el calenda!
rio juliano, el 28 de abril.

Según la consulta de Alepo, el hecho de que las dos fechas de Pascua coincidieran a comienzos del nuevo milenio, era una oportunidad para continuar e intensificar los esfuerzos a fin de establecer una fecha común. "La celebración de la Pascua/Pascha en la misma fecha no debería ser una excepción, sino la regla". Por ello, se sugirió que se examinasen, en 2001, las reacciones a la propuesta de Alepo.

¿En qué medida las iglesias han atendido a la propuesta de Alepo? El Equipo de Información del CMI ha invitado a representantes de las tradiciones ortodoxa y católica romana, así como a personalidades protestantes, a resumir brevemente sus reflexiones sobre una fecha común para Pascua.

La serie comienza con un artículo de la pastora Dagmar Heller, secretaria ejecutiva de Misión y Relaciones Ecuménicas en Baden del Norte, en la Iglesia Evangélica de Baden (Alemania). La Rev. Heller era, hasta hace poco, miembro del Equipo de Fe y Constitución del CMI, y estaba encargada de la organización y el seguimiento del proceso de estudio de la cuestión de la fecha común de Pascua. El metropolitano Bishoy de Damiette de la Iglesia Ortodoxa Copta (Egipto), expone el punto de vista de la tradición ortodoxa oriental no calcedonia. Monseñor John A. Radano del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos se refiere a "las esperanzas de los católicos en relación con la fecha común para la Pascua". El metropolitano Ambrosio de Oulu habla de la experiencia de una iglesia ortodoxa minoritaria en un país protestante, Finlandia, donde "los ortodoxos y los luteranos han experimentado, ya desde los primeros años veinte, el poder de la Resurrección en la fecha !
común de Pascua".

Celebrar la Pascua juntos
Dra. Dagmar Heller, Iglesia Evangélica de Alemania

La Pascua se celebra el primer domingo siguiente al primer plenilunio posterior al equinoccio de marzo. Es ésta una antigua regla que, introducida en el siglo IV, han venido siguiendo todas las iglesias del mundo. Lo que es menos sabido, especialmente en las regiones de mayoría protestante o católica, es que, dentro del cristianismo, la Pascua se celebra normalmente dos veces, dependiendo de que el calendario que se utilice para determinar la fecha del equinoccio y del primer plenilunio siguiente sea el (antiguo) calendario juliano o el calendario gregoriano.

El hecho de que las dos fechas coincidan en 2001, al principio del nuevo milenio, ha suscitado la esperanza de que éste pudiera ser el comienzo de una celebración anual común de lo que, en todo caso, constituye el acontecimiento central de nuestra fe cristiana. Sin embargo, al mismo tiempo, y pese a que ya existen abundantes antecedentes sobre la cuestión e incluso una propuesta de solución, los debates que recientemente han tenido lugar en el Movimiento Ecuménico ponen claramente de relieve que no es probable que en un futuro próximo se adopte una decisión al respecto.

La propuesta tiene la ventaja de que supone un cambio para ambas partes, y no impone a una la solución de la otra. En ella se sugiere, en efecto, que, para calcular las fechas del equinoccio de primavera y del plenilunio, las iglesias no utilicen ni el calendario juliano ni el gregoriano, sino que aprovechen los datos astronómicos exactos que pueden obtenerse ahora, en contraste con la época en que se inventaron los dos calendarios citados. El problema de esta propuesta reside en que representa un cambio mayor para las iglesias que utilizan el calendario juliano que para las demás, por cuanto el calendario gregoriano está ya mucho más próximo a los actuales cálculos astronómicos.

Todo cambio plantea problemas prácticos. Pero lo que es más importante es que, para algunos ortodoxos, el calendario está tan estrechamente relacionado con la tradición, que los cambios son prácticamente impensables. Y en el trasfondo se aprecia también el profundo trauma del Este, provocado por algunas actitudes del Oeste, que, a lo largo de toda la historia, han ido dando lugar en el Este a una suspicacia antioccidental profundamente arraigada. Aunque la propuesta se hizo por primera vez en una reunión panortodoxa, el hecho de que para las iglesias occidentales no supusiera sino pequeños cambios da la impresión, a primera vista, de que supone la adopción del calendario gregoriano. Y las iglesias ortodoxas han puesto claramente de relieve que necesitarían mucho más tiempo para preparar a sus fieles.

Cabe decir, por lo tanto, que, aunque la cuestión de la fecha de la Pascua es puramente práctica, parece que la situación actual de algunas iglesias no permite por ahora un cambio, sin riesgo de cisma.

Se necesita, pues, mucha paciencia por parte de todos los participantes en el debate. Pero a mí me parece que los próximos veinte años ofrecen una oportunidad especial para seguir avanzando a este respecto, ya que durante ese período la coincidencia de las dos fechas volverá a darse en varias ocasiones (en 2004, 2007, 2010, 2011, 2014 y 2017). ¿No podría eso interpretarse como un signo para que las iglesias vean en tal coincidencia un "kairos" que las anime a adoptar una fecha común? Y si la propuesta que hemos expuesto no puede ponerse en práctica, ¿no podríamos encontrar soluciones regionales? ¿O convencer a las iglesias occidentales para que, en aras de la unidad y siguiendo la sugerencia de un grupo austríaco, adopten para la Pascua la fecha juliana?

En todo caso, son muchas las iglesias, especialmente de tradición occidental, pero también una de las ortodoxas orientales, que se han manifestado dispuestas a seguir la mencionada propuesta si todas las demás iglesias pueden aceptarla. En este sentido, las iglesias occidentales han dado un paso hacia las ortodoxas al acceder a mantener la antigua norma, mientras que, en discusiones anteriores, habían tendido a proponer una tercera vía (¡que significaría de hecho una tercera fecha!), sugiriendo que se fijara la fecha de Pascua un domingo de abril, siempre el mismo.

Esto demuestra que las actitudes pueden cambiar y que las iglesias pueden tratar de acercar sus respectivas posiciones. Por lo tanto, el debate sobre la fecha de la Pascua debe continuar, y siempre con la esperanza de llegar a una solución.

El hecho de que la Pascua se celebre este año el mismo día ha suscitado cierto interés en las iglesias occidentales, al menos por lo que yo he podido apreciar en mi propio contexto alemán. El Consejo Nacional de Iglesias de Alemania (ACK) ha propuesto un servicio ecuménico de vísperas para la Pascua. Y muchas iglesias instan a sus congregaciones a que destaquen de una forma o de otra ese acontecimiento. Es éste un signo alentador que muestra que las gentes han comprendido lo importante que es que los cristianos celebren juntos su fiesta central y den de ese modo al mundo un testimonio fidedigno, especialmente en épocas en que los cristianos se encuentran cada vez más en situación de minoría o en contextos secularizados.

Oremos y obremos juntos por una fecha común de la Pascua, que nos acerque al imperativo de la unidad de los cristianos
Obispo Metropolitano de Damiette, Iglesia Ortodoxa Copta

En estos comienzos del tercer milenio del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, en este año 2001 de la era cristiana, todas las tradiciones cristianas - ortodoxa y ortodoxa oriental, católica romana y protestante - celebrarán al mismo tiempo la Pascua.

Dado que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida, Él es el centro de la unidad de la Iglesia.

Ya en el siglo IV de nuestra era las iglesias oraban y obraban para llegar a la adopción de una fecha común para la celebración de la Pascua. Sin embargo, al mismo tiempo, se producían divisiones a causa de las diferencias de opinión sobre la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y sobre su consustancialidad con el Padre. Y en aquella ocasión decisiva se adoptó, en el primer concilio ecuménico, el Credo de Nicea, en el que se confesaba que Jesucristo es homo-ousion con el Padre, es decir, de la misma esencia que Él, consustancial y coeterno con Él. Y fue en ese mismo Concilio de Nicea donde, además de adoptarse el común Credo cristiano, se fijó una fecha también común para la Pascua, y se encargó a la Iglesia de Alejandría que determinara cada año, con arreglo a criterios convenidos, esa fecha común y que la comunicara a todas las iglesias del mundo.

Tanto histórica como teológicamente podemos decir que la persona del Verbo de Dios encarnado es la causa de la unidad de la Iglesia. El Dios resucitado es siempre fuente de inspiración y de renovación en nuestras vidas.

Cuando ya se aproximaba su Pasión,  nuestro Salvador dijo a sus discípulos: "La hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo, pero no estoy solo, puesto que el Padre está conmigo" (Jn 16:32). "También vosotros ahora tenéis tristeza, pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo" (Jn 16:22).

Los discípulos desperdigados estaban de nuevo reunidos en torno al Señor resucitado, en aquel día de Pascua en que se les apareció como está escrito: "Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunido por miedo de los judíos, llegó Jesús y, puesto en medio, les dijo: "¡Paz a vosotros!". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor" (Jn 20: 19-20).

Es evidente que la resurrección del Señor produjo un cambio radical en la vida de sus discípulos. El Señor resucitado es la fuente de energía, de alegría, de paz y de unidad de la Iglesia. Todo lo que nosotros necesitamos es estar unidos con Él en la santa vida de la victoria sobre el pecado.

Todo lo que necesitamos es olvidarnos de nosotros mismos y ver al Señor resucitado, que brilla con su divina gloria e ilumina nuestros pensamientos y nuestros corazones.

Todo lo que necesitamos es aceptar su divino amor para amarnos unos a otros y para estar unidos en Él.

Y es la vida de santificación la que nos reunirá a todos, de modo que podamos alegrarnos y confesar todos juntos nuestra fe, que es una, santa y apostólica.

Celebrar juntos la redención en Cristo: Eperanzas de los católicos en relación con una fecha común para la Pascua
Monseñor John A. Radano, Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos

En este año 2001, los cristianos del Este y del Oeste celebramos el mismo día, excepcionalmente, la fiesta de la Pascua. Lamentablemente, es una excepción que nos recuerda que los cristianos están divididos en muchas cuestiones, incluso en esta de la fecha de la celebración de este misterio central de nuestra fe.

Los cristianos han venido esforzándose desde los primeros tiempos por establecer una fecha común para la celebración de la Pascua, cuestión que volvió a suscitarse en el siglo XX, y especialmente durante los tres últimos decenios. Las esperanzas cristianas de establecimiento de una fecha común dimanan sobre todo de preocupaciones teológicas. Según una consulta organizada por el Consejo Mundial de Iglesias en 1970, una fecha común "eliminaría un obstáculo que se interpone a la unidad de los cristianos y establecería un nuevo marco para el testimonio en el mundo del Señor Resucitado" (The Ecumenical Review, abril de 1971, 177).

Es sobre todo desde el Concilio Vaticano II cuando la Iglesia Católica ha manifestado un profundo interés por el establecimiento de una fecha común para la Pascua. El Concilio apoyó la búsqueda de una fecha fija, siempre y cuando se llegara a un acuerdo ecuménico sobre la cuestión (Véase el apéndice de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, 1963). Y, en espera de que así fuera, en el Decreto sobre las Iglesias Orientales Católicas se encargó, como solución provisional, a los Patriarcas o a las supremas autoridades eclesiásticas locales que consultaran con todos los interesados a fin de tratar de llegar a un acuerdo unánime, para celebrar la Pascua en un mismo domingo.

Después del Vaticano II esta esperanza se reflejó en la correspondencia entre el Papa Pablo VI y el Patriarcado Ecuménico, así como  en el Grupo Mixto de Trabajo de la Iglesia Católica y el CMI. La carta del Papa al Patriarca Ecuménico Dimitrios I, de 26 de marzo de 1975, indica el propósito evangélico de esa búsqueda de una fecha común:

El mundo en que vivimos tiene quizás más necesidad que nunca de que nosotros demos testimonio... de nuestra fe en la resurrección de Jesucristo Nuestro Señor. Además, su resurrección es el fundamento de nuestra fe - de esa fe que muchos cuestionan. ¿No escribió acaso San Pablo que si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe (1Co15:14)? Movidos por esta convicción y confiando en el poder de Cristo Resucitado y de su Espíritu, nosotros manifestamos nuestra esperanza de que, celebrando el misterio de los misterios con un solo corazón y una sola voz, podamos tributar gloria a Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, a quien resucitó de entre los muertos (Ro16:6; Col 2:12).

En 1975, la Iglesia Católica formuló, en coordinación con el CMI, una propuesta específica que refleja una sensibilidad particularmente ecuménica. En nombre del Papa Pablo VI, el Cardenal Willebrands, Presidente del Secretariado (desde 1988 Consejo Pontificio) para la Unidad de los Cristianos, propuso en una carta al Patriarca Dimitrios I (18 de mayo de 1975) y a otros dirigentes ortodoxos, y en cartas de similar contenido enviadas  al Secretario General del CMI, Dr. Philip Potter, y a dirigentes de diversos organismos confesionales mundiales, que, a partir de 1977 (año en el que todos los cristianos celebrarían la Pascua el mismo día), "la Pascua se celebre siempre el domingo siguiente al segundo sábado de abril". Y como parte de su preparación para la Asamblea General de 1975 en Nairobi, el CMI también estuvo recabando la opinión de sus iglesias miembros sobre la cuestión. Como resultado de su encuesta, el CMI llegó a la conclusión de que "de momento, una propuesta específic!
a no conduciría a la fijación de ninguna fecha que pudiera ser aceptada por todos los cristianos para la celebración común de la Pascua". Era evidente, pues, que no cabía seguir insistiendo entonces sobre la cuestión. Y, dado que la Iglesia Católica no quería adoptar una decisión que creara un nuevo obstáculo para la unidad, su plan no llegó a aplicarse.

Otra propuesta de establecimiento de una fecha común para la celebración de la Pascua fue resultado de una consulta que, copatrocinada por el Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo de Iglesias del Oriente Medio, tuvo lugar en Alepo (Siria) en 1997. El plan de Alepo propone una fecha común, aunque movible, distinta de la fecha fija sugerida en 1975. El Cardenal Edward Cassidy, entonces Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, manifestó en 1997 su apoyo al estudio de esta propuesta y se mostró en principio favorable a la misma.

Al igual que Pablo VI, el Papa Juan Pablo II ha apoyado explícitamente la fijación de una fecha común para la celebración de la Pascua. El testimonio que da Juan Pablo II del Evangelio destaca la redención en Cristo, como se refleja en los títulos de algunas de sus encíclicas: Redemptoris hominis (1979), Redemptoris Mater (1987) y Redemptoris Missio (1990). Para él la celebración de la Redención tiene consecuencias para el ecumenismo, por cuanto "vamos más allá de los malentendidos históricos y de las controversias de carácter contingente, para encontrarnos unos con otros en el terreno común de nuestro ser de cristianos, es decir, redimidos. La Redención nos une a todos nosotros en el único amor de Cristo, crucificado y resucitado" (23 de diciembre de 1982).

El Papa ha tratado de fomentar el testimonio común de los misterios redentores de Cristo, crucificado y resucitado. Así pues, desde 1994, Juan Pablo ha invitado en varias ocasiones a los dirigentes ortodoxos o protestantes a escribir meditaciones para el Via Crucis que él mismo dirige el Viernes Santo de cada año en el Coliseo de Roma. Y recientemente, haciendo notar que en 2001 todos los cristianos celebrarían la resurrección de Cristo en la misma fecha, manifestó la esperanza de que "esto nos aliente a llegar a un acuerdo sobre una fecha común para esta fiesta" (Homilía de 25 de enero de 2001).

Celebrar todos la Pascua en una misma fecha en 2001 es una gracia. Y la Iglesia Católica espera que los cristianos encuentren la forma de seguir celebrándola así todos los años. Ojalá sepamos nosotros, sus discípulos, aprovechar esta oportunidad de contemplar juntos este año la Resurrección del Redentor para solicitar de Él su perdón y su clemencia por nuestra separación, y para implorar su ayuda para la adopción de medidas que nos conduzcan a la unidad por la que oramos (Véase Jn 17:21).

El don de un calendario común: vital para la misión y el testimonio en una sociedad secular
Metropolitano Ambrosio de Oulu, Iglesia Ortodoxa de Finlandia

Es un gran don que Dios nos hace a todos los miembros de las distintas tradiciones cristianas de darnos la posibilidad de celebrar juntos la fiesta de la Resurrección de Nuestro Señor al principio del tercer milenio cristiano.

En mi propio país, los ortodoxos y los luteranos han experimentado, ya desde los primeros años veinte, el poder de la Resurrección en la fecha común de Pascua. Porque ya entonces, el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla nos concedió a los ortodoxos finlandeses licencia temporal para seguir el calendario gregoriano.

Esta ha sido una gran bendición para nuestra pequeña iglesia, minoritaria en un país protestante. Así hemos podido dar testimonio común del misterio de la Resurrección. Y eso nos hace más fuertes. Y nos permite compartir la profunda riqueza de las aportaciones teológicas y espirituales, tanto orientales como occidentales, sobre la Pascua al conjunto de nuestra herencia religiosa nacional.

La celebración litúrgica ortodoxa de los maitines y el culto de la Pascua, que se inicia a medianoche, es retransmitida  por la Radio y la Televisión nacionales y, de hecho, constituye el programa religioso más popular del año en Finlandia.

También se habla mucho de nuestra celebración en otros medios de información. Diversos periódicos nacionales publican relatos y entrevistas con ortodoxos conocidos en el ámbito cultural nacional, y reportajes sobre la forma en que ellos celebran la Pascua y sobre su significado. Incluso se da amplia difusión a las recetas que para la preparación de comidas especiales de Pascua siguen las amas de casa ortodoxas.

Estos son sólo pequeños ejemplos de las formas en que la minoría ortodoxa, el 1 por ciento de la población, ha podido aportar una contribución positiva a la cultura religiosa nacional de Finlandia.

Quizá más profundamente que nunca en nuestra parte del mundo, nosotros, juntos, hemos llegado también a comprender cómo las dos fiestas de Viernes Santo y Pascua, el poder de la cruz salvadora y vivificadora, por una parte, y la gloriosa resurrección de Cristo, por otra, son inseparables. El himno ortodoxo cantado en las vísperas del Viernes Santo evoca el sufrimiento y la muerte y, al mismo tiempo, irradia la luz de la resurrección: "Ensalzamos tus sufrimientos, oh Cristo..., muéstranos también tu gloriosa resurrección".

En mi país nos alegra saber que en el Movimiento Ecuménico se están haciendo actualmente intensos esfuerzos, acompañados de oraciones, para el establecimiento de un calendario común. También estamos al tanto de las tensiones entre ortodoxos que provoca esta cuestión.

Sobre la base de nuestra experiencia en Finlandia nosotros vemos el don de un calendario común como algo esencial para nuestra misión y nuestro testimonio en la sociedad secular. Y, particularmente como cultura minoritaria, los ortodoxos no podemos permitirnos el convertirnos en un gueto religioso. Tenemos que desempeñar nuestro papel y seguir nuestra vocación en el seno de nuestra común vida nacional.

El calendario común de todos los cristianos es parte esencial de nuestra vida de todos los días y a lo largo de todo el año eclesiástico. Todos los niños, cualesquiera que sean su fe, o su denominación religiosa, van a las mismas escuelas. Y las principales fiestas cristianas son fiestas para todos los finlandeses. El valor especial de nuestro "calendario finlandés" se aprecia en particular en la vida de las familias, ya que la mayoría de los ortodoxos viven en matrimonios mixtos.

Es un don del Espíritu que ahora podamos nosotros cantar, junto a nuestras hermanas y nuestros hermanos luteranos el más tradicional de los himnos ortodoxos orientales de resurrección, que recientemente ha sido incorporado al himnario luterano finlandés: "Cristo ha resucitado de entre los muertos, con su muerte ha vencido a la muerte, y nos libera del sepulcro para darnos la vida".

Para más información, sírvanse consultar el sitio
http://wcc-coe.org/wcc/what/faith/easter.html 
o pónganse en contacto con:

Karin Achtelstetter, encargada de Relaciones con los Medios de Información
Tel:  (+41.22) 791.61.53     Celular: (+41) 79.284.52.12

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El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) es una comunidad de 342 iglesias, procedentes de más de 100 países de todos los continentes y de la mayor parte de las tradiciones cristianas. La Iglesia Católica Romana no es una iglesia miembro pero mantiene relaciones de cooperación con el CMI. El órgano rector supremo es la Asamblea, que se reúne aproximadamente cada siete años. El CMI se constituyó oficialmente en 1948 en Amsterdam (Países Bajos). Al frente del personal del CMI está su Secretario General, Konrad Raiser, de la Iglesia Evangélica de Alemania.

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